miércoles, 31 de marzo de 2010

La Herida

En una azotea, escondido en una brecha, se encontraba un perro de pelos dorados, con unos cuántos collares al cuello. Flaco, desnutrido, y en sus ojos un atizbo de tristeza, sin embargo un brillo de alegría que aún no se ha perdido del todo.

Salió corriendo a vernos a todos, muy emocionado. Su aspecto no era muy grato de ver, si bien comenzaba muy melenudo y robusto, del torso hacia atrás le faltaba peso, demasiado hay que decir.

Una característica suya es que saltaba demasiado, pasando los 2 metros.

Carismática mascota, rápidamente todos le tomamos cariño y el perro nos seguía a todas partes. Pensén en ponerle "Brincos" como nombre de pila.

Yo por mi parte quise adoptarlo; el pensar que mi madre no nos dejaría tenerlo en casa me entristecía demasiado. Noté que de cuello del perro colgaban un par de collares, unos contenían placas con las vacunas que éste ya tenía aplicadas y pensé que así mi madre nos dejaría tenerlo.

El otro collar tenía una plaquita con su nombre "Sorrey" o más bien "Sorry" le dije a mi hermana mayor mientras evitaba llorar.

Me aferré al cuello del perro y solté un par de lágrimas.

"Se ve tan sólo, que parece que con tal de huir te sigue a todas partes" dijo mi hermana mayor soltando un suspiro.

El agraciado perro movió un par de veces la cola, y me miró con una ternura que tenían sus ojos color chocolate dorado.

"Jamás vas a volver a estar sólo , no vas a regresar a ése agujero ,te lo prometo.."



No hay comentarios: